Por qué el software no debe tener propietarios

por Richard Stallman

Las tecnologías digitales de la información contribuyen al mundo haciendo que sea más fácil copiar y modificar información. Las computadoras prometen hacerlo más fácil para todos.

No todo el mundo quiere que esto sea más fácil. El sistema de derechos de autor permite que los programas informáticos tengan «propietarios», la mayor parte de los cuales pretenden privar al resto del mundo del potencial beneficio del software. Los «propietarios» desearían ser los únicos que puedan copiar y modificar el software que usamos.

El sistema del copyright creció con la imprenta, una tecnología usada para la producción masiva de copias. El copyright se ajustaban bien a esta tecnología, puesto que restringía sólo a los productores de copias en masa. No privaba de libertad a los lectores de libros. Un lector cualquiera, que no poseyera una imprenta, sólo podía copiar libros con pluma y tinta, y pocos lectores fueron demandados por ello.

Las tecnologías digitales son más flexibles que la imprenta: cuando la información adopta una forma digital, la puede copiar fácilmente para compartirla con los demás. Es precisamente esta flexibilidad la que se ajusta mal a un sistema como el de los derechos de autor. Esa es la razón del incremento de medidas perversas y draconianas que se emplean en la actualidad para hacer cumplir los derechos de autor del software. Considere estas cuatro prácticas de la Software Publishers Association (SPA):

Cada una de estas cuatro prácticas son similares a aquellas usadas en la antigua Unión Soviética, donde todas las máquinas de copiar tenían un guardia para prevenir copias prohibidas, y donde las personas tenían que copiar información en secreto y pasarla de mano a mano como «samizdat». Por supuesto hay una diferencia: el motivo para el control de información en la Unión Soviética era político; en los EE. UU. el motivo es el lucro. Pero son las acciones las que nos afectan, no el motivo. Cualquier intento de bloquear el compartir información, sin importar por qué, conduce a los mismos métodos y a la misma dureza.

Los propietarios hacen uso de distintos argumentos para que se les conceda el control de cómo usamos la información:

¿Qué es lo que la sociedad necesita? Necesita información que esté verdaderamente a disposición de los ciudadanos; por ejemplo, programas que la gente pueda leer, corregir, adaptar, y mejorar, no solamente ejecutar. Pero lo que los propietarios de software típicamente ofrecen es una caja negra que no podemos ni estudiar ni modificar.

La sociedad también necesita libertad. Cuando un programa tiene un propietario, los usuarios pierden la libertad de controlar una parte de sus propias vidas.

Y sobre todo la sociedad necesita incentivar el espíritu de cooperación voluntaria entre ciudadanos. Cuando los propietarios de software nos dicen que ayudar a nuestro prójimo de una manera natural es «piratería», están contaminando el espíritu cívico de nuestra sociedad.

Por esto es por lo que decimos que el software libre es una cuestión de libertad, no de precio.

El argumento económico para justificar la propiedad es erróneo, pero la cuestión económica es real. Algunas personas escriben software útil por el placer de escribirlo o por admiración y amor al arte; pero si queremos más software del que esas personas escriben, necesitamos conseguir fondos.

Desde los años 80, los desarrolladores de software libre han probado varios métodos para conseguir fondos, con algo de éxito. No hay necesidad de enriquecer a nadie; un ingreso promedio es incentivo suficiente para realizar muchos trabajos que son menos satisfactorios que programar.

Durante años, hasta que una beca lo hizo innecesario, yo me ganaba la vida realizando mejoras por encargo al software libre que yo mismo había escrito. Cada mejora se añadía a la versión estándar lanzada y así terminaba estando disponible para el público en general. Los clientes me pagaban para que trabajase en las mejoras que ellos querían, en vez de en las características que yo habría considerado la máxima prioridad.

Algunos desarrolladores de software libre ganan dinero mediante la venta de servicios de soporte. En 1994, Cygnus Support, con alrededor de cincuenta empleados, estimó que aproximadamente el quince por ciento de la actividad de su equipo consistía en el desarrollo de software libre, un porcentaje respetable para una empresa de software.

A principios de los años 90 algunas compañías, incluyendo Intel, Motorola, Texas Instruments y Analog Devices, unieron esfuerzos para financiar el desarrollo continuado del compilador de GNU para el lenguaje C. La mayor parte del desarrollo de GCC todavía lo realizan desarrolladores a los que se les paga. El compilador de GNU para el lenguaje Ada fue financiado en los años 90 por las fuerzas aéreas de los Estados Unidos de Norteamérica, y desde entonces su financiamiento continuó a través de una empresa formada específicamente para este propósito.

El movimiento del software libre es todavía pequeño, pero el ejemplo de la radio «mantenida por la audiencia» en los EE. UU. demuestra que es posible mantener una actividad grande sin forzar a cada usuario a pagar.

Como usuario de informática de hoy en día, usted se puede encontrar usando un programa privativo. Si su amigo le pide hacer una copia, estaría mal negarse a dársela. La cooperación es más importante que el copyright. Pero una cooperación clandestina no contribuye a mejorar la sociedad. Una persona debería aspirar a vivir una vida honrada abiertamente y con dignidad, y esto significa decir «No» al software privativo.

Usted merece poder cooperar abierta y libremente con otras personas que usan software. Merece poder aprender cómo funciona el software, y utilizarlo para enseñar a sus alumnos. Merece poder contratar al programador que prefiera para que corrija el programa cuando falle.

Usted merece el software libre.

Notas

  1. Los cargos se retiraron.

Este ensayo está publicado en el libro Software libre para una sociedad libre: Selección de ensayos de Richard M. Stallman.