El peligro de los libros electrónicos
Con los libros impresos:
- Podemos comprar un libro con dinero en efectivo, de manera anónima.
- Luego el libro nos pertenece.
- Nadie nos exige firmar una licencia que restringe el uso del libro.
- El formato se conoce, y no es necesario utilizar ninguna tecnología
privativa para leerlo.
- Podemos dárselo a alguien, prestarlo o venderlo.
- Físicamente es posible escanearlo y copiarlo, lo cual en ciertos casos es
legal según la legislación de derechos de autor.
- Nadie tiene poder para destruir nuestro libro.
Comparemos con los libros electrónicos de Amazon (un caso bastante
representativo):
- Amazon exige que los usuarios se identifiquen para obtener un libro
electrónico.
- En algunos países, incluso en los Estados Unidos de Norteamérica, Amazon
declara que el usuario no puede ser propietario del libro.
- Amazon exige que el usuario acepte una licencia restrictiva sobre el uso del
libro electrónico.
- El formato es secreto, y únicamente es posible leerlo mediante el uso de
software privativo diseñado para restringir al usuario.
- Para algunos libros se permite un sucedáneo de «préstamo», durante un tiempo
limitado, pero únicamente especificando el nombre de otro usuario del mismo
sistema. Se prohíbe totalmente darlos o venderlos.
- Copiar el libro electrónico es imposible debido a la Gestión Digital de Restricciones
(DRM) del reproductor y la copia está prohibida por la licencia, que es
más restrictiva que la ley de derechos de autor.
- Amazon puede borrar de forma remota el libro electrónico utilizando una
puerta trasera. Así lo hizo en 2009 cuando borró miles de copias de
“1984” de George Orwell.
Incluso una sola de estas restricciones convierte a los libros electrónicos
en un retroceso si se comparan con los libros impresos. Debemos rechazar
aquellos libros electrónicos que violan nuestra libertad.[2]
Las empresas de libros electrónicos sostienen que es necesario denegar
nuestras libertades tradicionales para seguir pagando a los autores. El
actual sistema de copyright favorece ampliamente a estas empresas, mientras
perjudica a la mayoría de los autores. Podemos apoyar más a los autores con
métodos que no requieren restringir nuestras libertades, incluso legalizando
la práctica de compartir. He sugerido dos métodos:
- Distribuir los ingresos fiscales entre los autores aplicando la raíz cúbica
a la popularidad de cada autor [1].
- Diseñar reproductores de libros electrónicos de manera que los usuarios
puedan enviar pagos voluntarios y anónimos a los autores.
Los libros electrónicos no tienen por qué atacar nuestras libertades (los
del Proyecto Gutenberg no lo hacen), pero lo harán si son las empresas
quienes deciden. De nosotros depende el detenerlas.
Únase a la causa: apúntese en
http://DefectiveByDesign.org/ebooks.html.
Notas